miércoles, 24 de septiembre de 2008

El ejemplo educa más...



Septiembre, ya están los niños de regreso en clases, muchos mandamos a los hijos a la escuela: “para que sean mejores de lo que somos“, “porque el estudio es lo único que les puedo dejar“, “porque yo no tuve estudios y quiero que ellos lo tengan“, “para que no sean un Don Nadie” y muchas otras más, ¿pero realmente nos importa enviarlos a la escuela?, enviarlos no es comprarles los útiles ni los uniformes, no es levantarlos temprano ni darles para comprar el lunch o prepararles el sandwich o la torta con su respectivo jugo o refresco, no es gritarles para que hagan la tarea o se bañen o se duerman temprano; quizás eso sea una pequeña parte pero lo más importante es el ejemplo que les damos porque cuando ellos observan que desempeñamos las cosas que nos corresponden de la mejor forma posible, que hacemos nuestro máximo esfuerzo y cumplimos con nuestros compromisos además de mantenernos ocupados leyendo y aprendiendo más cosas, que nos levantamos temprano para hacer los deberes y que no ponemos pretextos para realizarlos, entonces sí que estamos educando, porque las cosas que mencioné al principio cualquiera las puede hacer, porque son fáciles porque no implican un esfuerzo adicional. Entonces... yo me sigo haciendo la pregunta: ¿realmente para qué mandamos a los hijos a la escuela?.

Además..., tú que asistes a la escuela y que todavía no tienes hijos, ¿realmente a qué vas a la escuela?

Es curioso, pero el estudio es apenas la mitad del esfuerzo, el trabajo lo complementa porque no recuerdo quién lo mencionó, pero que sabias palabras...”conocimiento que no se aplica es un conocimiento que no sirve”

Me recuerdo otra situación a propósito de la escuela, y es que la educación se da en la casa y la instrucción en la escuela, luego entonces, si nosotros no estamos educados o carecemos de educación, ¿cómo pretendemos dar lo que no tenemos a nuestros hijos?

Leo y re-leo las líneas anteriores y me viene a la memoria una frase común en nuestros días...”está cañón...”

Hasta la próxima...

Guillermo Lora Santos.
(2003)

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