Y de pronto, una mañana, la computadora abrió los ojos y me dijo con tono cortés, buenos días mi ordenador y entonces entendí que para ella yo era el que ordenaba y era ella para mí la que me ayudaba a ordenar y entre tanta confusión de significados estábamos ahí los dos, charlando como grandes desconocidos que tenían años de interactuar juntos, confidentes y sin juicios...
Guillermo Lora Santos / Tipster