El otro día iba caminando y me quedé observando como unos niños de no más de seis años aprovechaban la luz roja del semáforo para pedir dinero a los automvilistas; algunos les daban algunas monedas y otros no, algunos ni siquiera volteaban a verlos y no es que fuera su obligación, pero ellos son el resultado también de lo que hemos sido o dejado de ser, ignorarlos es ignorar nuestra propia realidad.
Otra cosa que noté es que las monedas que estos niños recibían, se las entregaban a unos adultos; supongo yo, serían sus padres y me puso eso tan triste porque se supone que somos los padres los que apoyamos a los hijos cuando éstos son pequeños, explotarlos es una crueldad.
En esta ocasión y aprovechando este espacio, te invito a que lleves en tu auto dulces o ropa en buen estado que ya no ocupes y regálala a un niño de crucero, obtendrás algo que vale oro, la sonrisa de esa personita y la bendición de Dios...
Guillermo Lora Santos.
septiembre 2001